«El que no reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos va a regalar todo lo demás con él?» (Rom 8, 32) |
El regalo está claro. Tú, Señor, sigues viniendo a nuestro mundo, en tu espíritu, en tu historia, en tu encarnación que, aún hoy, es un alarido.Decían antes eso de que los niños vienen con un pan bajo el brazo. Pues tú, de alguna manera, más. Traes una propuesta de vida diferente. Traes una manera nueva de mirar a la realidad. Traes la capacidad para liberarnos de esclavitudes y cadenas. Eres el regalo de Dios para el mundo. También para mí. No sé si me doy suficiente cuenta de eso. De que tú no eres un incordio, una ley o una exigencia, sino una presencia, un amigo que trae la mejor de las noticias. Ese es el regalo.
«Buscad el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura» (Lc 12, 31)
La trampa es querer exprimir lo que traes a bajo coste. Buscar la ganga del evangelio, el chollo espiritual, el dos por uno. Quiero fe, pero tranquilidad; justicia sin compromiso; cara sin cruz. Puede ocurrir. Es muy bonito lo tuyo, Jesús, salvo cuando implica afrontar incomprensión, renuncia, esfuerzo… Es bonito salvo cuando tus palabras se conviertan en pregunta que me descoloca. Es potente si tu profecía la apunto en dirección a otros; pero tal vez tenga que estar dispuesto a dejar que tus palabras me interroguen a mí. Sobre el amor, sobre la misericordia, la bienaventuranza, la coherencia, la pobreza, la verdad. Y ahí no caben rebajas.
PARA INTERIORIZAR:
¿Vivo la fe como regalo, oportunidad, privilegio? ¿Qué me impide vivir mi fe? ¿Rebajo de alguna manera el evangelio en mi vida? Justifica tu respuesta. |
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